viernes, 28 de septiembre de 2012

La tribu Finde

No podría decirte cuando empezaron a existir. Yo me di cuenta de su presencia entre los nuestros cuando un sacerdote (sí, un cura de esos que visten de negro), los nombró hace ya mucho tiempo. Desde entonces, me fijo mucho en quién pertenece a esa tribu. Sus características son muy comunes en nuestro tiempo, aunque se consideren inanalizables, hay una que resalta y predomina sobre las otras: viven por y para el fin de semana.
Para cualquier mortal, despertar un lunes laborable no es que sea lo más agradable de esta vida, y, siguiendo una regla de tres, cuanto más debes madrugar, más duro resulta para el cuerpo. Unos lo llaman fenómeno psicológico paranormal o ineptitud consecuente laboral. Yo a eso lo llamo cansancio, una cualidad que resalta en este clan, con demasiadas patrias y banderas aunque no representen a ninguna. Todos los días están cansados. Bueno, todos menos el fin de semana, claro. Cuando amanece un lunes, no saben donde están: puede que sigan en el tapeo de la noche anterior, flotando entre las copas del sábado o en las sensibilidades de cualquier discoteca, bajo un ambiente frívolo y superficial. Lo que está claro es que viven del recuerdo de la macro fiesta que se pegaron los días anteriores, porque, ojo ahí, cada fin de semana ha sido el mejor de sus vidas, la discoteca estaba “on fire”, las copas fueron una risa descomunal y en el bar estuvieron con algún tipo de interés… o eso dicen.
 Al principio de la semana están ciegos, no ven más allá de los recuerdos de lo anterior y su mirada se postra en el próximo evento de Facebook. A medida que llega la última parte de la semana empiezan a ver con claridad. Empiezan a salir del resacoso túnel, ya se ven los destellos de lo que promete ser otra catarsis mejor que la anterior. Se asemejan a aquellos caballos que solo miran hacia adelante, con el único fin de llegar a su mismo destino: esa aparente felicidad en la que viven placenteramente engañados, obcecados en que la vida es su fiesta, o, dicho de otra manera, que la vida se acaba si no la sienten.
Y yo digo, me pregunto, ¿cómo deben sobrellevar la ardua carga de no sentir esas sensaciones durante la semana laboral? ¿Cómo les reconoces? Pues estos individuos vagan como fantasmas, con pena y sin gloria, ya que si no tienen el flow de la fiesta no se sienten libres en su prisión hedonista, y, sin gloria porque a nada aspiran que no sea su ombligo. La tortura es diaria y solo se liberan cuando llega el viernes para después deprimirse en la melancolía de una tarde de domingo, que les devuelve a la realidad como un chorro de agua gélida en un despertar. No ven razones para disfrutar de todo aquello que no esté relacionado con su diversión. Ya estáis advertidos.
 Les reconoceréis cuando recibáis una llamada o un SMS el viernes por la tarde, invitándoos a salir a acompañarlos en sus insaciables aventuras, después de no haber tenido contacto desde la última salida. Y entonces pensaréis que el fantasma toma vida, se viste del falso colegueo nocturno, sale de su cansada tumba y vivirá con el carpe diem por filosofía durante tres días para que, después, amanezca el lunes vestido de resaca y cansancio. Allí donde la fiesta que era la vida ya ha quedado atrás, vuelve a completarse el ciclo, a despertar el espíritu del sinsentido de esta existencia que nada es de lunes a jueves.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Su amistad es peligrosa


Pasea entre la sociedad, oculta entre el tumulto de la muchedumbre. No llama la atención, y, si no te advierten de su presencia, es difícil verla. Has pasado con ella algunos momentos, pero, con la resacas llega el olvido. La conoces de sobra y le has pedido consejo cuando, harto de tus obligaciones diarias, has perdido la fe en tu entrega a tus proyectos. De una forma u otra, desde la inconsciencia o desde el oportunismo, hemos encarnado los valores y fundamentos de su personalidad, con argucias y palabras que de sobra sabíamos que estaban vacías de sentido. Y viceversa. ¿Quién no ha sucumbido a los placeres de la falsa felicidad en forma de comodidad?

Aparece en tu vida con el uso de razón, crece contigo en la adolescencia y de ti depende si la eliges como amiga, amante o furcia. En esa edad, momento crítico, se decide para muchos su futuro, que conlleva el desarrollo de una vida. Con ella pasa igual. Si te enamora de sus falsas promesas, huye y no la mires a los ojos al despedirte, no vaya ser que a Cupido se le antoje un beso más. Pero lo más doloroso no es decir adiós, sino convivir con el recuerdo de un amor, que siempre estará allí. Ahora, en la universidad, deambula por los pasillos de la universidad acechando a sus presas, a las cuales se presenta en forma aristocrática y con falsa modestia. Y yo, desenamorado y decepcionado, camino escéptico y cínico viendo como ella pasea de la mano de muchos. No me extraño al ver sus victorias, cuesta creer como obceca nuestra visión a ciertos puntos de la vida, olvidando a la belleza y al amor. Me preocupo, pues la veo de cañas con la ley del mínimo esfuerzo y otros ilustres, acompañado de un puñado de estudiantes que flotan entre el falso colegueo de unas tapas tontas.

Sin embargo, no me desanimo y me regocijo que otros muchos han rechazado la tentación de su amistad. La risa acude a mí cuando imagino las calabazas que ha recibido y cada día me convenzo más que a los jóvenes se nos gana con actos, no con palabras, y que, a su vez, tenemos ya poco que decir y mucho que hacer.

Y, mientras miro por la ventana, la veo pasar. Sola o acompañada, deseo que no vuelva a fijar sus hipnotizadores ojos en los míos, y que, en poco tiempo, ella, la mediocridad, abandone nuestras vidas y luchemos por no estar entre el montón, por destacar gracias a nuestro esfuerzo, por lograr nuestros objetivos con constancia y perseverancia, por poder soñar libres en cambiar el mundo y, más temprano que tarde, ser felices de verdad.

jueves, 6 de septiembre de 2012

No es una etapa cualquiera


   De las etapas de la vida del ser humano, gran cantidad de personas destacan la época universitaria como los mejores años de nuestras vidas. Y estoy completamente de acuerdo. Acabas el colegio con cierta melancolía por el tiempo que has pasado ahí, por esos edificios que te han visto crecer, por el cariño y el afecto a profesores, amistades e infinidad de cosas más. Quisieras quedarte un poco más, pero ya no hay vuelta atrás: el tiempo no te perdona que hayas desaprovechado todo el conocimiento que podrías haber adquirido o te recompensa con la satisfacción del trabajo bien hecho. Y, después de acabar el colegio te centras en las pruebas de la Selectividad. Tan temidas y tan subestimadas por muchos, tan preparadas y tan despreocupadas para otros. Cuando acabas esas pruebas, muchos deciden pegarse el verano de su vida con viajes exóticos a diversos lugares o a salir de fiesta sin propósito alguno pensando que el verano es eterno o con alguna idea por el estilo. Te sientes libre, y, en cierta manera, lo eres. Pero eso tiene fin y llega la universidad. Llega sin aviso, aunque hayas estado esperándola durante tu vida académica; llega sola al baile, pues no tiene pareja mejor que tú. Lleva esperándote desde que te vio. Te ha buscado y la has encontrado. Se ha plantado delante de ti, tímida al principio, no quiere decir su nombre. Le importa poco que seas de letras o ciencias, solo busca que la quieras, que aproveches esta oportunidad de oro pulido que solo a los afortunados se les presenta. Quiere que no dejes de llenar tu conocimiento, aunque sea insaciable. Te presenta la prueba casi definitiva sobre tu vida, la prueba de ser tú mismo, de madurar, de ejercer tu libertad. Te ha conocido como adolescente, tan loco, tan prepotente, pero se despedirá de ti como hombre hecho y derecho si es así como lo quieres. Necesita de tus virtudes y cualidades para crecer, va a luchar contigo contra un frente común como la pereza, la falta de voluntad, el desánimo… y otros conocidos que arrasan y devastan nuestra sociedad. Pero no estaréis solos, pues a la fiesta se suman tus nuevas y futuras amistades, tus profesores y tus ideales, que te acompañarán en este trayecto. La motivación y la ilusión de los primeros días deben conectar con la constancia y perseverancia de los próximos para llegar a buen puerto. Razón tiene aquel que dijo “empezar bien es importante, acabar bien es vital”. Hay que remarcar que no todo se mueve en el plano académico y que, a pesar de ser el centro de toda actividad, debes gozar de unas buenas cañas, hacer deporte, leer, disfrutar de tus aficiones, salir de fiesta. Eso también es parte de la universidad, que siempre es justa, que saldrá a buscarte allá donde estés, que te ofrecerá su mano aunque hayas renegado de ella, aunque tengas miedo a descubrir la verdad, aunque seas viejo pero joven de espíritu, nunca es tarde para empezar. Ella siempre estará allí, sola y callada, pero firme y sabia, esperando que tú, joven soñador, aceptes ese baile.