lunes, 17 de septiembre de 2012

Su amistad es peligrosa


Pasea entre la sociedad, oculta entre el tumulto de la muchedumbre. No llama la atención, y, si no te advierten de su presencia, es difícil verla. Has pasado con ella algunos momentos, pero, con la resacas llega el olvido. La conoces de sobra y le has pedido consejo cuando, harto de tus obligaciones diarias, has perdido la fe en tu entrega a tus proyectos. De una forma u otra, desde la inconsciencia o desde el oportunismo, hemos encarnado los valores y fundamentos de su personalidad, con argucias y palabras que de sobra sabíamos que estaban vacías de sentido. Y viceversa. ¿Quién no ha sucumbido a los placeres de la falsa felicidad en forma de comodidad?

Aparece en tu vida con el uso de razón, crece contigo en la adolescencia y de ti depende si la eliges como amiga, amante o furcia. En esa edad, momento crítico, se decide para muchos su futuro, que conlleva el desarrollo de una vida. Con ella pasa igual. Si te enamora de sus falsas promesas, huye y no la mires a los ojos al despedirte, no vaya ser que a Cupido se le antoje un beso más. Pero lo más doloroso no es decir adiós, sino convivir con el recuerdo de un amor, que siempre estará allí. Ahora, en la universidad, deambula por los pasillos de la universidad acechando a sus presas, a las cuales se presenta en forma aristocrática y con falsa modestia. Y yo, desenamorado y decepcionado, camino escéptico y cínico viendo como ella pasea de la mano de muchos. No me extraño al ver sus victorias, cuesta creer como obceca nuestra visión a ciertos puntos de la vida, olvidando a la belleza y al amor. Me preocupo, pues la veo de cañas con la ley del mínimo esfuerzo y otros ilustres, acompañado de un puñado de estudiantes que flotan entre el falso colegueo de unas tapas tontas.

Sin embargo, no me desanimo y me regocijo que otros muchos han rechazado la tentación de su amistad. La risa acude a mí cuando imagino las calabazas que ha recibido y cada día me convenzo más que a los jóvenes se nos gana con actos, no con palabras, y que, a su vez, tenemos ya poco que decir y mucho que hacer.

Y, mientras miro por la ventana, la veo pasar. Sola o acompañada, deseo que no vuelva a fijar sus hipnotizadores ojos en los míos, y que, en poco tiempo, ella, la mediocridad, abandone nuestras vidas y luchemos por no estar entre el montón, por destacar gracias a nuestro esfuerzo, por lograr nuestros objetivos con constancia y perseverancia, por poder soñar libres en cambiar el mundo y, más temprano que tarde, ser felices de verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario