Salgo de la ducha bajo los efectos de la música de mi vecino de
pasillo. En ese instante, pican en mi puerta y se escucha una voz que dice:
“Nano, ponte traje que salimos”. Claro. Seré tonto. El 50 aniversario del
Colegio Mayor Belagua acontecía esa misma tarde, y yo, un novato en esa
institución, tendría el honor y privilegio de asistir al acto que ha marcado un
antes y un después en nuestra historia.
Al llegar al Baluarte, lugar donde se llevaría a cabo el acto, el
panorama era de lo más formal: la elegancia que ha caracterizado al Colegio
mantenía su status, la clase y la calidad hacían acto de presencia entre los
“voluntarios”. Y, después de llegar, una marabunta de gente se fundía entre
abrazos, risas y lágrimas contenidas de la emoción, en el reencuentro de las
viejas pero sólidas amistades que solo se ven cada mucho tiempo, pero que se
llevan dentro y son eternas.
Entre el caos predominante, ensordecedoras risas, innombrables vítores
y una minuciosa preparación (impropia de los nuestros, dados más a la
improvisación), el acto da comienzo. Más de 1500 personas son testigos
físicamente del acontecimiento, pero son incontables aquellas que no estuvieron
presentes (TT en España, no digo más). Se crea, actuación tras actuación,
testimonio tras testimonio, un feeling nostálgico entre los veteranos, y
también los novatos, ansiosos de formar parte de esa unidad siempre alegre y
dispuesta a ayudar. Cuando el acto finalizó, un suculento coctel esperaba a ser
deleitado por nuestros paladares, acompañados de unos vinos de buena reserva,
dicho sea de paso.
Al día siguiente, jornada de puertas abiertas en las distintas sedes.
Los recuerdos imborrables de los ex residentes, acompañados de sus familiares y
amigos, se mezclan con la curiosidad innata de aquellas que observan cada día
al pasar a un edificio que es todo un misterio. Y, en cierta manera, lo es.
Belagua ha significado mucho para los más de sus 8000 residentes, pero son
incontables aquellas en las que ha habido un efecto indirecto. 50 años de vida
no son nada para la Historia, pero es mucho para la historia de un particular.
Belagua es más que un lugar para estudiar, hacer deporte e ir a las
tertulias: es una familia. Belagua es el pasado para algunos, el presente para
pocos, el futuro para muchos. Belagua lo forman sus residentes (es allí donde reside su riqueza), de ellos depende su futuro. Los lazos imborrables que unen a los que vivieron
allí se hicieron patentes este fin de semana, donde los actuales residentes los
mirábamos con respeto y admiración. Ellos, llenos de sano orgullo y
satisfacción, inconscientemente daban a entender que tenemos la responsabilidad
de seguir con el proyecto que en su día un santo empezó, que nos ilusionáramos
como ellos lo hicieron y, así, volver a hacer historia dentro de otros 50 años,
mirar atrás y ver aquello que tanto nos ayudó y nosotros construímos. Por eso, en nombre de muchos,
digo, con sinceridad infinita, “gracias Belagua”.
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