Se va el calor veraniego y llega sin avisar el tranquilo otoño. Con
calma y temperamento, nos recuerda con un reflejo claro de la naturaleza que en
esta vida estamos de paso, que hoy somos y que mañana seremos lo que fuimos,
que puede que no estemos y que no somos eternos. Poco a poco tomamos
conciencia, pero la vida cotidiana nos distrae de nuestros pensamientos y
llegan las vacaciones, merecidas o no, pero llegan. Los más afortunados pueden
estar con sus más allegados, familiares y amigos; otros, por desgracia, no
llegan a nada, ni si quiera a un plato con algo comestible.
Las calles se visten para la ocasión, la naturaleza no quiere ser
menos y se brinda un paisaje de lo más navideño, con su clima y sensación. Las
temidas comidas hacen acto de presencia: el pavo, los galets, el vino y otros manjares pueblan la mesa. Se respira un
ambiente cálido y familiar, hablando y recordando las viejas glorias que fueron
tus antepasados. No se menciona, pero todos echan de menos a algún ser querido
que no está y no volverá a estar, sobre todo si es la primera Nochebuena. Se
debaten temas interesantes, entrando incluso en tensión, pero es Navidad y todo
se perdona, ojalá fuera todos los días. El espíritu de servicio florece en
muchos, pero en otros se atrasa y no llega.
Algún regalo cae entre el canto de unos improvisados villancicos, entre
medio de polvorones y turrones. Se descorcha el cava, el champagne o cualquier
licor para brindar, para festejar que Dios (sí, Dios) ha vuelto a nacer. Porque
se festeja eso. Muchos cierran la noche con la Misa del Gallo, reservada para
los más tradicionales y los que aguantan el peso de sus estómagos, para darle
profundidad trascendental a una mera comida.
Transcurren los días y llega Nochevieja. Los corazones se nos llenan
de melancolía al ver que ha pasado otro año. Sí, otro más, y no nos hemos dado
ni cuenta. Y se pone uno a hacer balance. Aunque uno no es plenamente
consciente hasta que no está delante del televisor con las uvas en la mano,
rodeado de los tuyos, viendo a la cadena nacional emitir la entrada en un nuevo
año que promete lo suyo.
En cuestión de minutos, volver
a empezar. No señores, no. En cuestión de minutos, volver a continuar, con la
ilusión de hacer aquello que no pudimos realizar durante el viejo año, de
mejorar, de proponerse cosas, pero continuando nuestro recorrido. ¿Año nuevo,
vida nueva? Año nuevo, propósitos nuevos. Tu vida es la misma, pero si la
quieres cambiar, dale tiempo y paso a paso. De sobra sabes que nunca es tarde
para cambiar, pero no esperes hacerlo de golpe.
Por último, llegan los regalos de los magníficos Reyes Magos. Parece
que llegan de Andalucía, o eso aseguran allí. Ilusionan a niños y a mayores, ya
que la emoción de recibir algo porque alguien nos quiere es infinita, es
muestra de amor y de ternura hacia alguien que no pide nada a cambio más que
nuestra confianza y cariño.
En muchos hogares a reinado la felicidad, a pesar de las carencias
materiales. Pero en otros muchos no: las separaciones, las peleas familiares y
el orgullo personal evitan que familias gocen de la Navidad en familia, frutos
de la soberbia humana. Por eso, si has podido disfrutar estos días con tu
familia y con lo necesario, has recibido regalos, has sido más feliz y has
mejorado en tu campo personal, agradece a Dios, porque es un regalo que has
recibido. Ya sabes lo que dicen, “es de buen nacido…"
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